La estrategia bautizada por la Comisión Europea como «De la granja a la mesa» tiene un objetivo fundamental: crear un sistema alimentario justo, saludable y respetuoso con el medio ambiente. Englobada dentro del Pacto Verde Europeo (que recordemos tiene como meta conseguir una Europa neutra en emisiones en 2050), esta estrategia se alinea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para facilitar un cambio que se antoja vital.
«Es una oportunidad para mejorar los modos de vida, la salud y el medio ambiente. La creación de un entorno alimentario favorable que facilite la elección de dietas saludables y sostenibles beneficiará la salud y la calidad de vida de los consumidores, además de reducir los costes relacionados con la salud para la sociedad», resumen desde la Comisión. Aclaran que, tal y como hemos explicado muchas veces desde Hinojosa, el consumidor es ahora mucho más consciente de lo que adquiere, primando cuestiones medioambientales, sanitarias, sociales y éticas.
Tal y como se puede ver en el documento completo, la estrategia «De la granja a la mesa» tiene varias patas principales:
- La necesidad de actuar, entendiendo que una Europa más verde y más justa no podrá ser una realidad «sin un cambio en la dieta de las personas».
- Crear una cadena alimentaria que funcione para los consumidores, los productores, el clima y el medio ambiente.
- Facilitar la transición.
- Promover la transición global.
¿Tiene el envasado algo que ver en este reto?
Sí. La Comisión Europea tiene claro que «las pautas actuales de consumo de alimentos son insostenibles, tanto desde la perspectiva de la salud como del medio ambiente». Preocupa tanto la sobreingesta de azúcares, sal y grasas como el desperdicio de alimentos o el uso de un envasado poco medioambiental. Una situación que requiere del esfuerzo de muchos agentes para darle la vuelta. Las empresas y organizaciones del sector alimentario tendrán que reformular «los productos alimentarios de conformidad con las orientaciones para dietas saludables y sostenibles», a la vez que promueven una reducción de la huella de carbono y se adaptan a la estrategia de Economía Circular para reducir los envases de un solo uso primando los productos reutilizables. Aunque no lo parezca, todo está conectado.
El mismo rango de importancia tendrá la información que reciban los consumidores. Deberá ser clara y concisa, de forma que les oriente hacia la «elección de dietas saludables y sostenibles» que repercutirán en su salud y en los costes asociados a la sanidad. En este sentido, la Comisión Europea ha dado a conocer que propondrá un «etiquetado obligatorio armonizado» en la parte frontal de los envases, considerando también la opción de «proponer la ampliación a determinados productos de las indicaciones de origen o de procedencia obligatorias». Este último se trata de un objetivo totalmente alineado con el nuevo consumo: según datos recientes de la consultora francesa Capgemini, el 68% de los compradores apuesta por el producto local y de cercanía, una tendencia que ha crecido más si cabe tras el COVID.
Reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos
En lo que respecta al sector del envasado y el packaging, la intención de reducir el derroche alimentario se convertirá en otro frente importante. «La lucha contra la pérdida y el desperdicio de alimentos es clave para lograr la sostenibilidad», aseguran desde Bruselas.
De aquí a 2030, la Comisión se ha comprometido «a reducir a la mitad el desperdicio de alimentos per cápita en el comercio minorista y por los consumidores». Quiere lograrlo, por ejemplo, revisando dos conceptos muy pegados al consumidor: fecha de caducidad y fecha de consumo preferente. Y es que una comprensión deficiente de ambas genera una cantidad de desperdicios que el continente no se puede permitir. Aunque la estrategia no lo menciona directamente, apostar por soluciones de packaging sostenibles contribuye de forma activa a la consecución de este objetivo.