Nacieron para uso militar, pero pronto se descubrió su potencial para el campo.
Nacieron para uso militar, pero pronto se descubrió su potencial para el campo. Los drones se han convertido en herramienta perfecta para el sector agrario. Algunas voces auguran que en unos años serán tan imprescindibles como el tractor. Lo cierto es que la asociación Española de Drones y Afines (Aedron) participan ya en congresos agrarios, como el celebrado en octubre en el Palacio de Exposiciones de Sevilla.
Según datos de esta asociación, España cuenta con unos 2.700 operadores homologados de drones, de los cuales el 20% trabaja en el sector agrario. Estas cifras prevén de alguna forma que el sector agrícola es un nicho de mercado para el uso de estas herramientas. La propia normativa de uso de drones también nos lleva a extraer la misma conclusión. Sólo se permite el vuelo lejos de la población y de los edificios, es decir el campo es un terreno perfecto para ello.
Pero, ¿qué pueden hacer los drones por la agricultura?
La respuesta puede resumirse en una sola frase. Los drones aportan más precisión al trabajo agrícola y, por tanto, más competitividad. Los sistemas tripulados de forma remota recogen una información a distancia, sin necesidad de que el agricultor o el productor esté sobre el terreno, muchas veces extenso. Estos aparatos están capacitados para informar sobre la temperatura, analizar la humedad del suelo, hacer un seguimiento del crecimiento de las plantas, detectar posibles plagas, reducir biosanitarios, herbicidas, localizar un banco de peces, detectar carencias nutricionales de los árboles, medir con exactitud una explotación…
En la agricultura de regadío, los drones pueden también ajustar el agua a las necesidades de los cultivos, lo que repercute en una mejor eficiencia hídrica y energética. Se presentan también como una herramienta perfecta para la prevención y control de los incendios forestales.
Los drones son también útiles para la vendimia. En España, hay también empresas que preparan la vendimia con estos aviones no tripulados, que sobrevuelan miles de hectáreas de viñedo y monitorizan su estado. En estos casos, no hablamos sólo de drones, ya que es una tecnología en la que entran en juego un desarrollo, que ya existe en el mercado. Nos referimos, por ejemplo, a sensores inalámbricos y a un software que gestione y ordene toda esta información.
En definitiva, los drones nos devuelven una foto precisa de múltiples parámetros agronómicos de un cultivo. Tener esta información mejora en gran medida la productividad por una sencilla razón. Facilita la toma de decisiones y ahorra tiempo y esfuerzo. Pero, como todo, esto requiere también una formación. Algunas asociaciones agrarias, conscientes de las aplicaciones que tienen para el campo, están formando ya a sus miembros en el pilotaje de drones, a través de cursos homologados. El objetivo es que estos productores puedan aplicar esta tecnología novedosa a sus explotaciones agrarias.
Los drones en la agricultura es sólo un ejemplo más de la revolución tecnológica que vive un sector, tremendamente importante para la economía de nuestro país. En España, hay cerca de 20 millones de hectáreas de terreno cultivable, según la Encuesta sobre Superficies y Rendimientos de Cultivo (Esyrce), es decir un tercio de España es tierra de cultivo.