Los desafíos que plantea la tarea de hacer el sector de la alimentación más sostenible es un tema que no sale de las agendas políticas más ambiciosas. Aunque todavía queda mucho por hacer.
Los ministros de Agricultura del G-20 se reunieron el pasado julio en la capital argentina para debatir los temas que marcarán el futuro de la alimentación. El manejo responsable del suelo, la reducción del desperdicio de alimentos y el papel de la tecnología en la agricultura fueron algunas de las cuestiones que se trataron en las dos jornadas de reuniones. Los países también se comprometieron a buscar soluciones para los 10 millones de hectáreas de cultivos que se pierden cada año en todo el mundo.
En el debate sobre el futuro de la alimentación que se celebró en Buenos Aires acudieron los jefes de 36 delegaciones de los miembros del G-20, países invitados y organismos internacionales como la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Unas jornadas marcadas no solo por los desafíos del futuro alimentario sostenible, sino también por el escenario de tensión que plantean las políticas proteccionistas de Estados Unidos.
Los desafíos de la alimentación sostenible
Los países que conforman el G-20 representan el 60% de las tierras cultivables y casi el 80% del comercio mundial de alimentos y productos agrícolas. Su encuentro este verano pretendía abordar los próximos desafíos de la agenda agroalimentaria mundial, teniendo presente que para el año 2050, la demanda de alimentos en el mundo podrá haber aumentado un 70%. De esta forma, la importancia de conseguir suelos sanos o el rol de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) fueron los principales desafíos que las autoridades del sector destacaron para los próximos años.
Los suelos son recursos limitados y no renovables, por lo que los ministros acordaron la necesidad de establecer suelos sanos, fértiles y productivos tanto para implantar una seguridad alimentaria como para avanzar en el desarrollo sostenible. A su vez, coincidieron en que la digitalización del sector puede traer avances no solo en la producción agrícola, sino también en el interés de las generaciones más jóvenes.
Durante estas jornadas, las autoridades también discutieron cómo revertir las 10 millones de hectáreas de cultivos que se pierden cada año, lo que causa “un daño particularmente costoso” para los países emergentes. Los países del G-20 coincidieron en que el desperdicio de alimentos es un grave riesgo para el crecimiento global, que si se solucionara “implicaría menos gastos, más personas alimentadas y menor presión productiva sobre el clima y los recursos naturales”.
Además, con el aumento de la población mundial y la demanda de alimentos, se prevé que la producción agroalimentaria deberá incrementarse un 50% más para 2025.
Las autoridades del G-20 también hicieron alusión a la tensión comercial con Estados Unidos y alertaron de que el proteccionismo no es el camino a seguir. Los países reforzaron también el importante papel de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y la importancia de seguir las directrices de sus acuerdos.
Además estuvieron sobre la mesa temas como las buenas prácticas agrícolas, el cambio climático o el problema de la erosión de los suelos. El objetivo final de este encuentro fue abordar iniciativas para la producción de alimentos sanos de forma sostenible, una cuestión que los países del G-20 encuentran imprescindible en un contexto marcado por el aumento poblacional y los cambios en los hábitos de consumo.