El papel de las temperaturas en cada región de España y de Europa tienen un papel clave en el desarrollo de la uva. Aunque un termómetro algo más elevado puede ser beneficioso, es necesario que existan contrastes entre el día y la noche.
Las altas temperaturas mejoran la producción y calidad de los vinos. Así lo señala el estudio de Vinissimus, ecommerce líder en Europa de vinos españoles, que explica que las olas del calor propias del verano pueden llegar a aumentar la calidad de la uva. Sin embargo, no solo se necesita de este factor climatológico y Vinissimus también señala algunas condiciones para conseguir esta particular calidad en el producto sin dañar la cosecha.
En la calidad del vino influyen muchos factores. El suelo, el clima y las precipitaciones son algunos de los condicionantes más importantes en la viticultura, y resultan esenciales para el buen desarrollo y maduración de la uva. Y en contra de la creencia popular, las altas temperaturas de la época estival podrían favorecer la producción de las cosechas en lugar de dañarlas, como se esperaría de condiciones climatológicas extremas.
En el mes de julio, que es cuando comienza la maduración de los frutos suelen desencadenarse algunas de las claves de este proceso. Así pues, las hojas cierran sus estomas o poros para evitar la pérdida de agua, limitando la fotosíntesis y frenando su evolución. Sin embargo, no todos los estomas se cierran por completo y, cuando se produce un exceso de calor, los estomas que se encuentran ligeramente abiertos limitan el tamaño de la uva, favoreciendo la calidad de la vendimia. Como señala Vinetur, el resultado son granos más pequeños de graduación contenida, lo que equivale a un vino de agradable acidez.
Pero aunque las altas temperaturas puedan favorecer la viveza de los vinos, debe de existir un equilibrio. Es importante que las cálidas temperaturas que se pueden dar en horas soleadas vengan acompañadas de noches con temperaturas más suaves, resultando en una balanza idónea entre el día y la noche. Si no existe esta oscilación térmica, las olas de calor de cada verano pueden poner en riesgo la maduración de la uva.
Los distintos cultivos vínicolas en el mundo
El clima es un factor fundamental en la calidad del vino, por lo que las cosechas vínicolas variarán la calidad y sabor de sus frutos dependiendo de la zona geográfica donde se encuentren. Europa es una de las principales regiones productoras de vinos a nivel global, caracterizada por unos climas templados que propician el desarrollo de la uva y que se clasifican en tres tipos de clima distintos: clima continental, oceánico y mediterráneo.
El clima continental es habitual del centro de Europa, con temperaturas bajas en otoño y precipitaciones continúas durante todo el año que retrasan la maduración completa de las uvas. En las costas europeas se produce el clima oceánico, y presenta veranos frescos y precipitaciones abundantes que corren el riesgo de estropear las cosechas si se producen cerca del periodo de vendimia.
En último lugar se encuentra el clima mediterráneo, propio del sur de Europa, que presenta veranos secos y cálidos. En estos climas más cálidos es donde la maduración de la uva está asegurada y se produce rápidamente, por lo que los vinos adquieren un aroma a fruta madura. Es el clima propio del sur y la costa mediterránea de España, así como de Italia, dos de las mayores regiones productoras de vinos en el mundo.
En oposición a estos climas templados, los climas más fríos dan lugar a maduraciones más largas. Muchas veces resulta difícil conseguir una maduración completa. Sin embargo, la rareza de una perfecta maduración en estos climas hace que los vinos tengan aromas más complejos y resulten mucho más interesantes, convirtiéndose en algunos de los vinos más buscados.