La reducción de los plásticos de un solo uso es solo la punta de lanza de un plan que debería involucrar a toda la sociedad.
La comunidad científica lo tiene claro: las consecuencias del calentamiento global están generando unos cambios biológicos «sin precedentes» en los océanos. Actualmente ya se utilizan las ventajas de la digitalización para identificar el origen de estos bruscos cambios, con investigadores europeos, estadounidenses y japoneses a la cabeza.
Hoy en día es posible predecir con un año de antelación qué tipo de cambios se van a producir en estas aguas. Algunos son de origen natural, como el fenómeno “El Niño”, pero muchos de los problemas que tienen nuestros océanos se deben, sin duda, a la acción humana. Es por ello por lo que los 193 países que conforman la ONU se han puesto el horizonte 2020 como la fecha límite en la que debería entrar en vigor un tratado jurídicamente vinculante de protección para los océanos.
Similitudes con el Acuerdo de París
En la capital francesa se firmó en 2015 un gran acuerdo para frenar el calentamiento global, una herramienta que ahora debería verse complementada con este marco jurídico para proteger las aguas internacionales, que ocupan más de 2/3 de los océanos. No hay que olvidar, que en estas aguas también se encuentra un elevadísimo porcentaje de los 80 millones de toneladas de peces que el ser humano pesca cada año.
Los objetivos están claros: proteger la vida en alta mar, especialmente vulnerable a los efectos del calentamiento global o de la pesca intensiva descontrolada. Si todo marcha según lo previsto, en la primera mitad de 2020 se debería dar el visto bueno a la firma del acuerdo.
Una urgencia común
Las organizaciones ecologistas viven muy de cerca el posible acuerdo. Reclaman que se firme un tratado «sólido» y que obligue a los países a cumplirlo. Y es que recuerdan que la alta mar abarca prácticamente el 50% del planeta en el que vivimos, y la suerte de estas aguas es el espejo de la suerte que se vivirá en tierra firme.
El impulso definitivo a este tratado llega en un momento crucial: la acumulación de plásticos de un solo uso ha encendido las luces de alarma de los ciudadanos, que comienzan a pedir con fuerza que se dé la vuelta a esta situación y se prioricen envases y soluciones sostenibles. Las organizaciones ecologistas pretenden aprovechar esta corriente, que coincide en el tiempo con la búsqueda incesante de una alternativa al plástico de un solo uso que también contribuya a mejorar la sostenibilidad.
De hecho, ya existen alternativas al plástico susceptibles de ser utilizadas hoy mismo, y capaces de reducir hasta en un 80% la utilización de este material de un solo uso. Estos sistemas, por ejemplo, están enfocados a productos frescos como pescado, carnes, patés o quesos, pero es solo la punta de lanza de una tendencia que, como se puede ver también en este artículo, es imparable.