Los consumidores cada vez incluyen más la sostenibilidad entre sus principales preocupaciones a la hora de elegir productos. Es un hecho. Según el estudio de Marcas con Valores de este 2024, el porcentaje de la ciudadanía que reflexiona y comprende el impacto socioambiental de sus hábitos de consumo alcanza ya el 84%. Cada acción, cada compra, está, cada vez más, atravesada por una conciencia crítica por parte de los propios consumidores, que demandan productos y marcas conscientes y en consonancia con el necesario cuidado del planeta en plena crisis climática.
En este sentido, la alimentación es uno de los sectores básicos donde esta transformación del consumidor se ve con mayor claridad. No se trata ya tanto del producto en sí (su producción, su impacto, la eficiencia energética o la ausencia de combustibles fósiles en su procesamiento), sino también del envase en que se presenta.
La búsqueda de alternativas al plástico de un solo uso, la biodegradabilidad de los envases o su impacto en la seguridad alimentaria y la conservación de los alimentos, han provocado un cambio drástico en la producción de packaging.
La tendencia, de hecho, gira insistente hacia unas empresas más concienciadas y que, sobre todo, invierten en innovación para packaging sostenible. Se trata, en el fondo, de un impulso dual, entre consumidores y empresas, donde, mediante la apuesta sólida por esta innovación sostenible, se incorporan nuevos materiales y mejoras que tienen un impacto directo en los nuevos hábitos de consumo.
El envase sostenible no es una quimera
A menudo, también en el sector de la alimentación, el consumidor tiende a pensar que estos nuevos hábitos les obligan a abandonar algunas comodidades y mejoras en la calidad de su experiencia con los productos. Esto, sin embargo, está lejos de la realidad. El packaging sostenible, de hecho, puede garantizar ambas cosas, tanto el cuidado del medioambiente y la regeneración de nuestros entornos, como garantizar la personalización y cubrir las necesidades de cada cliente.
Todo se trata del material escogido y la apuesta por la innovación que hagan las empresas. Así lo creemos también en Hinojosa, donde nuestro amplio catálogo de soluciones de packaging sostenible da buena fe de cómo adaptarse a las exigencias de los consumidores va de la mano de la búsqueda de un impacto positivo en el medioambiente.
Productos como Halopack, por ejemplo, responden a esa demanda creciente de los consumidores, eliminando hasta un 80% los plásticos de un solo uso. Lo que queda, ese 20%, es, de hecho, una película sin pegamentos ni aditivos, que también se puede reciclar. En cuanto al porcentaje que ni siquiera es plástico, esta bandeja, además, está hecha con materia prima 100% reciclable y, al mismo tiempo, aumenta la vida útil de los alimentos frescos.
Otros como Ecogrip, ya están prácticamente implementados en el paisaje de nuestros hogares. La demanda de rebaja del plástico en los envases tiene aquí un perfecto ejemplo: a través de la innovación pueden utilizarse alternativas menos lesivas para el medioambiente. En concreto, Ecogrip elimina la necesidad de emplear plásticos de un solo uso retráctiles cuando se transportan varias botellas. Es una solución 100% biodegradable y se adapta sin problemas a cualquier botella presente en el mercado.
El compás conjunto entre empresa y consumidor acaba por atravesar todos nuestros hábitos. Incluso en el foodservice, cada vez más asentado en las ciudades, con el take away imponiéndose entre otras formas de consumo, nuestros envases se adaptan a un consumo más consciente. Es el caso de las tres gamas de productos para foodservice (Beverage, Dairy y FoodContainer), que se fabrican en base papel 100% reciclable y se adaptan sin problemas a la distribución de bebidas y alimentos que ya estén preparados, pero también a aquellos que se comercialicen listos para su elaboración.
La revolución que suponen este tipo de envases, a la par que el consumidor intenta revolucionar sus hábitos de consumo, es ya una realidad, impactando mejor y más positivamente a nuestros entornos en todas sus fases, desde su producción hasta su conversión en residuo. Este último, es más, acaba por ser un recurso más en un sistema circular necesario para impulsar definitivamente la transición ecológica.
En definitiva, si el consumidor del siglo XXI quiere más que un envase, también las empresas buscan, cada vez más, que este sea parte de la necesaria transformación cultural que precisa la transición ecológica para regenerar y cuidar nuestro planeta.