Sábado por la mañana. Vas a la compra y llenas tu carrito con todo lo que consumirás en las próximas semanas. ¿Cuánto espacio ocupan esos productos y cuánto las cajas, bolsas o paquetes que los envuelven? ¿Cuántos de ellos terminarán directamente en la basura, con suerte, en un contenedor de reciclaje una vez hayan cumplido su función contenedora?
Basta hacer ese sencillo ejercicio de observación para darnos cuenta de un problema fundamental que lleva años preocupando a las personas más o menos concienciadas con el medio ambiente: el embalaje, concretamente, su exceso y la poca sostenibilidad de los materiales con los que se fabrica. Por poner cifras al problema, según un informe elaborado por ING, cada año se utilizan más de 8,2 millones de toneladas de plástico para el envasado de alimentos en Europa. Dicho de otra forma, la mitad del plástico que se utiliza en embalajes en todo el continente se destina al sector de la alimentación.
Con esta realidad, hace tiempo que se pusieron en marcha diferentes movimientos para concienciar a la sociedad de la importancia de hacer hincapié en la primera de las tres erres del reciclaje: reducir. Así nacieron diferentes movimientos e iniciativas zero waste o residuo cero, que abogan por minimizar el embalaje, apostando por productos a granel o sin envase –por ejemplo, los champús sólidos en el caso de la cosmética– o formatos rellenables. Cuando el embalaje sea inevitable, buscan que esté fabricado con materiales lo más respetuosos posibles con el entorno y que su proceso de reciclado sea trazable.
El 30% de los consumidores estaría dispuesto a pagar más por un packaging sostenible en sus compras online
Además de preocuparse por estas cuestiones, cada vez son más quienes introducen todos estos criterios en las decisiones de compra. Una de las mayores preocupaciones de este movimiento es el destino de todos estos embalajes una vez finalizada la vida útil de los productos, aspecto en el que se percibe una sensibilización social creciente. De hecho, según un informe de AECOC, una de las mayores asociaciones empresariales españolas, el 30% de los consumidores estaría dispuesto a pagar más por un packaging sostenible en sus compras online. Además, 7 de cada 10 encuestados desea que sus compras por internet vengan en embalajes con el mínimo impacto ambiental.
Una industria (y una legislación) más verde
Este impulso ciudadano está provocando a su vez la reacción de las administraciones públicas, que para no quedarse rezagadas han impulsado en los últimos años un cambio regulatorio de gran calado. Un buen ejemplo es la Ley de Residuos y Suelos Contaminados para una Economía Circular aprobada el pasado año para incorporar las exigencias legislativas europeas. Para desarrollar dicha normativa, en diciembre de 2022 se promulgó el Real Decreto 1055/22 que, entre otras medidas, ha supuesto la entrada en vigor en 2023 de un polémico impuesto especial de 45 céntimos por kilogramo de envases de plástico no reutilizables.
El objetivo de este tipo de medidas no es otro que estimular un cambio de modelo que termine con los envoltorios y envases de un solo uso, que generan un enorme impacto ambiental y que, pese a la concienciación creciente y el empuje legal, siguen creciendo. Según datos de la Fundación Minderoo, en 2021 se consumieron 139 millones de toneladas de plásticos de un solo uso procedentes en su mayoría de fuentes fósiles, superando los 133 millones de toneladas del año 2019.
Hacer frente a este problema pasa por apostar por otros materiales que sean más fácilmente reciclables y que, al mismo tiempo, tengan un impacto ambiental mucho menor. Promover este tipo de alternativas es precisamente la razón de ser de Hinojosa, compañía líder en el diseño y la fabricación de soluciones sostenibles de packaging con más de 75 años de historia.
«Nuestro modelo se basa en los principios de la economía circular, que plantea que buena parte de los materiales que consideramos residuos son en realidad recursos de alto valor que pueden volver a reintroducirse en la cadena productiva. Se trata de imitar los procesos de la naturaleza, porque en la naturaleza la basura no existe. Todo elemento cumple siempre una función importante», explica Pilar Lucena, responsable de Sostenibilidad en la compañía.
En el caso de ciertas materias primas, esta reutilización es especialmente sencilla y ecoeficiente. Así ocurre con el cartón, material por el que apuestan decididamente desde Hinojosa y que es una de las grandes alternativas dentro de la industria. También apuestan por él otros expertos y académicos como Manuel Maqueda, conocido por ser el primer especialista en contaminación por plásticos que enseña Economía Circular y Regenerativa en Harvard. «Si se me pide comparar qué material es mejor en la economía circular para elaborar embalajes, si cartón o plástico, para mí está clarísimo que es el cartón. En primer lugar, es una materia prima renovable y cada vez mejor gestionada. Frente al plástico, que está hecho con hidrocarburos, una materia limitada, tóxica y cada vez con más problemas en su cadena de suministro», explica en un vídeo alojado en la web de AFCO (Asociación Española de Fabricantes de Envases y Embalajes de Cartón Ondulado).
Otro aspecto es el propio producto que se obtiene. «Es más saludable el cartón que el plástico. Todo el ciclo de vida de la fabricación del plástico genera más toxicidad que la del cartón. Y luego está el final de vida. Y aquí es donde el cartón se impone clarísimamente. Si el final de vida, por el motivo que sea, es en el medio ambiente, cosa que no deseamos, pero ocurre, el cartón va a ser biodegradable», prosigue el experto.
También entra el juego el factor de reciclabilidad, que permite dar una nueva vida a los envases. «El cartón se puede reciclar en un ciclo cerrado un gran número de veces que cada vez es mayor, porque cada vez es mejor la tecnología también», concluye Maqueda.
Pilar Lucena (Hinojosa): «No se trata solo de valorizar los residuos o de trabajar en la reciclabilidad de los envases. También debemos establecer una alianza con los consumidores finales»
En el caso de Hinojosa, la tecnología siempre ha estado en el centro del desarrollo e innovación a los que alude Maqueda. Fue la primera compañía del sector del packaging en recibir el sello ‘Residuo Cero’ de AENOR, una certificación que se concede a aquellas organizaciones que valorizan más del 90% de los residuos. Hasta la fecha, dos plantas del grupo lo han obtenido: la planta de producción de Alquería de Aznar, que valoriza actualmente un 98,86% del total de sus residuos de producción; y la de Xàtiva, cuya valorización alcanza un 99,97%. «Esperamos que a estas dos plantan se sumen otras tres factorías más del grupo este mismo año», explica su responsable de sostenibilidad.
Lucena insiste en que, para «cerrar el círculo» –es decir, para hacer posible la reintroducción y reutilización del cartón en nuevos procesos productivos el mayor número posible de veces–, va a resultar fundamental el papel de los propios consumidores. «No se trata solo de valorizar los residuos o de trabajar en la reciclabilidad de los envases. También debemos establecer una alianza con los consumidores finales. Cuanto más colaboren con nosotros en cuestiones como la correcta recogida de los envases, una vez finalizado su uso, más podremos avanzar en nuestro objetivo», zanja.
El camino hacia alcanzar el zero waste pasa, en definitiva, por la implicación y la unión de todas las partes: una ciudadanía concienciada y movilizada; empresas con valores y enfocadas a la sostenibilidad, y, por supuesto, los poderes públicos, como responsables de garantizar el bienestar colectivo.